30.7.10

Arquitectura excavada

ARQUITECTURA SIN ARQUITECTOS

Hace más o menos un mes vi salir de mi mesa (es de madera maciza y unos 60 años de vida después de muerto el árbol) un insecto que hasta entonces no sabía identificar, era carcoma, que había sobrevivido a la pulverización que hice en su día. Nunca me lo había planteado así hasta entonces pero en aquel momento sentí una gran atracción por los agujeros que estos animales hacen, como se llegan a comunicar las galerías y como puede avanzar el proceso de “deterioro” del mueble hasta tener una proporción de vacio realmente importante. Ahora cuando miro la mesa me vienen a la cabeza les Covetes dels Moros y la experiencia de aquella jornada pasando entre los diferentes habitáculos.

Hoy en día este tipo de arquitectura parece, sin embargo, más propia de un mundo imaginario que de aquel donde vivimos, desde los relatos fantásticos del XVII al mundo del cine (desde sus orígenes y hasta hoy). Es curioso como un tipo de arquitectura que despierta la imaginación de los creadores de mundos ficticios se pierde en el conocimiento de los arquitectos. Y es que parece que para el arquitecto la arquitectura popular o “sin arquitecto” carezca de importancia, llegando así a sentencias del tipo que la arquitectura nace en Egipto.

Seguramente muchas veces pensamos en las cavernas naturales si nos hablan de casas cuevas, pero resulta cuanto menos chocante las enormes diferencias teniendo un mismo origen. Y es que el simple hecho de los surcos dejados por las herramientas de sustracción confieren al espacio de un carácter doméstico que se pierde en las cavernas naturales. Ciertamente al encontrarnos cerca de los orígenes de la arquitectura se hace plausible con más fuerza si cabe el carácter de Cobijo.

En este sentido fue cuanto menos curiosa la sensación que producen las salas de las Cuevas de Masagó, representando los arquetipos constructivos de las construcciones tradicionales de bóvedas y viguetas.

En mi caso la experiencia de este curso ha confirmado algo que es en realidad evidente; la arquitectura excavada tiene la gran virtud de integrarse perfectamente en el entorno en que se sustrae, siempre antes de ser desvirtuada por añadidos poco oportunos. Dota al paraje de singularidad y curiosidad porque lo excavado produce una rara necesidad de ser inspeccionado (no sé si en mi caso será inducido por ese arqueólogo cinematográfico, aunque me aventuraría a afirmar que es algo que nos atrae desde que abandonamos el útero materno) y viceversa, el paraje da un carácter especial a estructura excavadas que siendo morfológicamente similares se sitúan en enclaves totalmente distintos.

Me gustaría hacer una reflexión más, en este caso dedicada a la cuestión de las instalaciones. Deteniéndonos un poco en este tema creo podemos diferenciar claramente dos tipos: aquellos que no las necesitan por su carácter de almacén o estancia-refugio de corta durada, y los que poseen una voluntad de vivienda y que por tanto han de afrontar su difícil implantación para la supervivencia del tipo. Podríamos entender, por la experiencia que hemos tenido en las dos visitas realizadas durante el curso, que el primer tipo correspondería al asentamiento vertical –por su difícil acceso- y el segundo englobaría el resto de casos.

Centrándonos en las situaciones en que nos vemos obligados a introducir electricidad, agua i saneamiento, es lógico pensar que las condiciones del terreno influirán en el tipo de solución, ya que dependiendo de su excavabilidad nos será más fácil o más difícil incrustar instalaciones.

Si tenemos en cuenta criterios de intervención en el patrimonio parece claro que deberíamos apostar por hacer actuaciones lo más reversibles posible y en este sentido el ejemplo de Chinchilla denota sensibilidad con el elemento tratado, realizando una instalación eléctrica vista pero poco aparente o empotramientos cuando son necesarios como en el caso de los desagües que se cubren delicadamente con losetas de piedra que pasan inadvertidas a los ojos no educados (no así en el caso de hormigonar la roza). No es así en la Cueva de Masagó, todas las instalaciones se encontraban empotradas y eran disimuladas con pintura y marcas que intentaban imitar las marcas propias de las herramientas de sustracción siendo, a mi juicio, una intervención en exceso destructiva. Y es que como en el caso de las escultura que nacen de un bloque de piedra si nos pasamos extrayendo materia podemos pasar de el objeto más bello a un objeto vulgar. Lo que plantea la pregunta ¿hasta dónde hay que llegar en el proceso de sustracción, que conexiones son aceptables y cuáles no?

En este aspecto me llamó la atención un tercer tipo de tratamiento y este fue el de un bar de Bocairent, especialmente los aseos, donde se utilizó un sistema que combinaba arquitectura sustraída y construida, aplicándose de forma muy acertada la construcción o adición de muretes bajos y pavimentos elevados para albergar las distintas instalaciones, permitiendo así alterar lo mínimo la pared excavada. Y es en este tipo de actuación que combina de forma equilibrada las dos formas constru/sustractivas donde creo que se puede hallar un buen potencial y salida para adaptar este tipo de arquitectura a la vida cuotidiana actual y darle así un uso real que es, a mi entender, la mejor forma de conservar el patrimonio.


Cuevas de Masagó en Alcalá de Júcar

Cuevas del Agujero en Chinchilla

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